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El peligro que amenaza la permanencia de la democracia está en la apatía y desinterés de la ciudadanía. Vivimos la época en que las personas reciben los mayores beneficios del Estado Social y de Bienestar fruto de la evolución democrática, más, sin embargo, un porcentaje cada vez más alto de la población se comporta con indiferencia hacia la política y los partidos.

Una solución al problema es producir en abundancia un liderazgo asociativo que se enfoque en conectar con la juventud. Urge un liderazgo que haga empatía racional y emocional con la población joven. Lograrlo requiere de una meta educativa que incluya universidades, partidos, gobiernos y sociedad civil.

Los partidos y gobiernos están envueltos y atrapados en la mecánica del clima de opinión del día a día. Es como si ignoraran que el liderazgo necesario en el mañana debemos comenzar a producirlo hoy.

El estilo de liderazgo asociativo conceptualiza Daniel Goleman en su libro Cómo ser un líder, “se centra en la gente: los que lo defienden valoran a los individuos y sus emociones más que las tareas y los objetivos. El líder asociativo se esfuerza en mantener a sus empleados felices y en crear armonía entre ellos. Dirige al grupo construyendo fuertes lazos emocionales y a continuación cosechando los beneficios de semejante enfoque, beneficios que consisten principalmente en una feroz lealtad”.

El estilo asociativo hace fluida, armónica y eficaz la comunicación en el interior de los partidos y de las estructuras de la campaña electoral. El líder trata bien a las personas, y las personas se tratan bien entre ellas. Esto hace que se reduzca el chisme, la injuria y los pleitos sin sentidos en que viven permanentemente envueltos los dirigentes.

Fomentar un clima de mentalidad abierta en que las personas opinen, propongan, se comprendan mutuamente, floreciendo el sueño y sin caer jamás en la parálisis mental, hace que las organizaciones marchen bien. Cuando tenemos mentes abiertas comprendemos y asumimos que todo puede ser mejorado. Lo que está mal lo ponemos bien, y lo que está bien, lo ponemos mejor.

El líder candidato asociativo, procura dar participación equilibrada a sus colaboradores. Los desayunos, almuerzos y cenas, lo comparte, pero no siempre con el “anillo” o las mismas personas como hacen normalmente los políticos. Ayuda incluir en la agenda hacer ejercicios caminando en parques y cada día hacerse acompañar de colaboradores diferentes. Se ejercitan juntos, crece la confianza, crece la lealtad, se potencializa el compromiso con los buenos resultados.

En la medida en que el liderazgo atiende y cuida la ecología emocional de sus colaboradores, reconoce y cuida mejor sus propias emociones, puesto que aprende sobre la importancia que tiene el clima emocional para lograr el rendimiento y alcanzar los objetivos.

Es importante que avancemos hacia un liderazgo que conjugue inteligencia conceptual con inteligencias relacional y práctica. La política está minada de prácticos sin esquemas teóricos, y de teóricos sin esquemas ni ejercicios prácticos.

El liderazgo asociativo en diestro en la gestión de los recursos humanos, con sus perspectivas puestas en el desarrollo y felicidad de los demás. Busca comprometer a su personal con los valores y la visión de la organización. Genera compromisos y posee habilidades técnicas y humanas para gestionar la motivación.

Es un liderazgo que se motiva, motivando; se inspira, inspirando; es feliz, logrando que los que están bajo su supervisión lo sean. ¡Hay fulano, por favor, deje de preocuparse tanto por nosotros, piense también en su felicidad, en su vida, en su alimentación, en su salud! Son reacciones que reciben estos liderazgos que con el tiempo es normal que sean amados por sus colaboradores.