La reforma fiscal presentada por el gobierno de Luís Abinader al Congreso Nacional estimuló un amplio repudio social que obligó a retirar el proyecto.
Luis Abinader y sus funcionarios deben entender que en la sociedad de hoy los gobiernos, ni los líderes y legisladores están empoderados para tomar decisiones que afecten la calidad de vida de las gentes. Obtener el triunfo en las elecciones y tener mayoría legislativa no debe interpretarse como empoderamiento social.
En los años 80 y 90 hubo: «Pacto por la Democracia» «Pacto por la Gobernabilidad» «Diálogo Tripartito» porque en ese entonces los líderes políticos estaban empoderados por la mayoría de la población.
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Una decisión tomada por Joaquin Balaguer, Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez en conjunto, era acatada sin resabios por más del 90 porciento de la población. Igualmente, un Pacto entre las Centrales Obreras, el Gobierno y el gremio empresarial, era acatado por los obreros y los empresarios.
El fracaso de la propuesta de modernización fiscal, el poco consenso con que se aprobó la reforma constitucional y otros procesos de reformas que no avanzan, es en parte porque los actores del gobierno no entienden a la nueva sociedad, no entienden a la nueva democracia resultado del nuevo pensamiento y conducta social alimentada por la antipolitica y desafección que le quita fuerza a la representatividad resultante del acto de votación.
Los funcionarios de Luís Abinader son pésimos persuasores y para llevar a cabo reformas que afectan la marcha de la Economía y la vida social, debe haber primero un ejercicio pedagógico para que las gentes entiendan que lo que se pretende hacer es necesario, es positivo, es impostergable o inevitable.
El presidente Luís Abinader ahora necesita de un gobierno con más académicos y menos empresarios. El tollo que pasó con la reforma fiscal es motivo suficiente para que muchos funcionarios renuncien y el gobernante no tenga que destituirlos.