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Por: Belarminio Ramirez

El marketing político tiene una dimensión social y pública que cada momento que transcurre es más amplia, debido a la dimensión que adquiere el Estado Social de Derechos.

El marketing político es un conjunto de técnicas que se han desarrollado en la democracia para contribuir a una mejoría del sistema, fortaleciendo legitimidad y aportando información que contribuyen a una calibración de los mensajes y la gestión con las expectativas y deseos de las gentes.

El marketing político agrega valor a la cultura y sociedad democrática y plural, en su conjunto. El marketing contribuye a más y mejor democracia, puesto que conlleva el análisis de las necesidades sociales y el diseño de planeación para la satisfacción.

La relación marketing político y democracia es bien estrecha, ya que este se desarrolla en los pueblos donde la ciudadanía goza de libertad, pero al mismo tiempo, su utilización contribuye al fortalecimiento de la libertad misma. 

Una meta elemental del marketing público es contribuir a gestiones de gobierno eficaces. Bien utilizado, aporta herramientas para que los funcionarios sean más eficientes y precisos en dar respuestas a las necesidades de la población. Hoy, a ningún funcionario, si es inteligente, se le ocurre gobernar y actuar guiado por sus propios caprichos.

Si tiene sabiduría, y por lo regular, la inmensa mayoría de los lideres la tienen, consulta a la población, para saber cómo está siendo valorada su gestión, cómo anda su imagen. Así mismo, antes de tomar iniciativas trascendentes, se asegura de estudiar el mercado para conocer las expectativas y los deseos de las gentes.

Otra meta fundamental del marketing político es aportar elementos para hacer campañas electorales que llenen las expectativas de los electores.

La supeditación de las campañas electorales y el ejercicio público al marketing es un proceso que promueve la ética y la transparencia, estimula la buena imagen y la gestión enfocada en el servicio a las personas.

El marketing político no solo ayuda a ganar campañas electorales, sino que también, juega un rol importante en las sociedades en proceso de transición hacia la democracia y la institucionalidad del Estado, como lo es la República Dominicana.

El marketing político, por otro lado, procura evitar que las sociedades se alejen de sus valores y principios éticos; contribuye a que el rol de los liderazgos y las instituciones vayan en consonancia con las expectativas, deseos y necesidades de la población.

Existen conclusiones y reflexiones que presentan el marketing político como sinónimo de engaño, en ciertas medidas, porque quienes la sustentan ignoran la importancia de estas técnicas en los procesos de crecimiento de liderazgos y de realización de gestiones eficaces. 

No debemos ocultar que, en la meta de persuadir a la población, en ocasiones, se emplean técnicas agresivas que manipulan lo emocional apelando a lo falso. Por tanto, la regulación ética es imprescindible para cumplir con el propósito básico de la mercadotecnia política, que es la satisfacción plena de las necesidades de la ciudadanía.

Es importante que el liderazgo en América Latina asuma la práctica de utilizar el marketing político como instrumento al servicio de la democracia. Ya que, su uso con el propósito de manipular y engañar ha fomentado climas de abstención y desinterés en la política.

El marketing político bien utilizado es una herramienta que contribuye a la producción de liderazgos con fuertes vínculos de legitimidad y compromiso social.