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Ayer, el calificativo para los que se movían por ventajas de un partido a otro en los procesos electorales era transfuguismo. Hoy, prefiero utilizar el calificativo dirigentes puestos en el mercado.

Más allá que un derecho y un deber, el voto es un ejercicio interesado, es un acto racional o emocional en busca de algún tipo de ganancia personal, familiar, social o comunitaria.

En los estudios de conductas y comportamiento electoral es importante hacerles a los votantes y dirigentes las siguientes preguntas: 

¿Por qué sigue a este candidato?

¿Por qué votará por ese candidato? 

¿Por qué  milita en ese partido político?

Del ¿Por qué? se obtienen los motivos del voto con más objetividad que con preguntas para esclarecer las expectativas.

Las preguntas más asertivas para descifrar las expectativas son: ¿Qué espera que haga, resuelva o transforme? 

Otra pregunta asertiva para identificar motivos del voto es ¿En qué te beneficiará su elección si cumple con las promesas ha formulado?

Cuando se busca el motivo preciso del negativismo o tasa de rechazo las respuestas a la siguiente pregunta son un buen contenido ¿En qué te perjudica su elección?

En el pasado había motivos del voto que han sido reemplazados por el interés o beneficio. El voto hereditario era un porcentaje importante en tiempos de caudillos y partidos ideológicos. El voto religioso (líderes religiosos que le decían a sus feligreses por quién votar y estos sin preguntas acataban) igual que el voto por vínculos laborales (empresarios, patronos y hacendados que les decían a sus empleados y trabajadores por quién debían votar ellos y sus familias y acataban sin poner resistencias). Era normal que en el círculo familiar que todos votaran por el mismo candidato. También eso ha cambiado, porque cada quien condiciona su voto a sus propios intereses, y eso es positivo y saludable para la democracia y el desarrollo social.

En la medida en que esos motivos del voto han ido desapareciendo, las campañas electorales se van convirtiendo en procesos más persuasivos en que el Marketing Político juega un rol preponderante, porque son indispensables los estudios de mercados, la segmentación y el Plan General de la Campaña. Persuadir a los votantes requiere de información y de acciones que diseñan y planifican expertos en la materia.

El desbarajuste de los partidos genera una ruptura de las lealtades de sus dirigentes y estos cada vez en una proporción más alta se van poniendo en el mercado.

Los dirigentes que se van de un partido a otro poniéndose en la ola de los que perciben serán ganadores dejaron de creer en sus organizaciones y llegaron a la conclusión de que los importantes son ellos porque tienen los votos. Antes era el partido que hacia importante al dirigente, ahora es el dirigente que hace importante al partido. Por eso con facilidad se van y mandan al carajo a las autoridades partidarias olvidando todas las intimidades, amistades y momentos de calidad vivieron juntos.

En el pasado irse de un partido a otro no era frecuente porque el dirigente creía en una ideología y en unos principios y valores de la organización en que militaba. Para dejar su organización, necesitaba un motivo importante de que ésta le falló. 

La etiqueta de tránsfuga afectaba la imagen, confianza y credibilidad, y los dirigentes muchas veces permanecían en las organizaciones o se retiraban de la política antes que irse a otro partido con tal de no recibir la acusación de deslealtad.

El transfuguismo en la campaña electoral 2024 se ha convertido en una moda. La cantidad de dirigentes que se han movido de los partidos de oposición al partido de gobierno (Partido Revolucionario Moderno) no tiene comparación histórica.

El gobierno de Luís Abinader se propuso desarticular a los partidos para luego ir por sus dirigentes. Es obvio que, para qué los dirigentes se pusieran en el mercado en la dimensión lo han hecho, existen estímulos y ofertas.

El cambio de dirigentes de un partido a otro, cuándo es de la oposición al gobierno, es un negocio gordo, una transacción qué por lo regular incluye beneficios inmediatos y promesas para después del triunfo. Hay pocas excepciones de dirigentes que lo hacen pensando en que se están moviendo a una organización mejor que puede aportar más al desarrollo de la Nación. Aunque todos lo digan, ese no es móvil de las mayorías de los tránsfugas.

Este proceso de resquebrajamiento partidario tendrá fuerte impacto en la sociedad, en la economía y la democracia. La dispersión de los dirigentes, la desvinculación de los partidos y puesta en el mercado de los actores pone el escenario futuro fértil para un perfil de liderazgo diferente a los paradigmas forjadores de la democracia.

La supeditación de la política al dinero conduce directamente a la plutocracia, y si esta no llena las expectativas, entonces la ausencia de organizaciones crea las condiciones para el caos y retorno a la dictadura. Si la plutocracia funciona y hace gestiones aceptables y con buena aprobación social, entonces la dirigencia y liderazgo de la tradicional partidocracia será cosa del pasado.

Quienes gobiernan (el PRM) estimulan el transfuguismo como una diversión previa a un juego que buscan ganar. Actúan en base a un diagnóstico con estimados de votos puede mover cada dirigente. En base a ese cálculo le han puesto precio.

Lo que suceda después del 19 de mayo a Luís Abinader y el grupo económico que gobierna no le interesa, ni le importa. Ellos están conscientes de lo que hacen. Procuran perpetuarse en el poder para gobernar durante un estadio o ciclo como lo hicieron Joaquín Balaguer y el PLD.

El PRM ejerce el protagonismo político con mucha facilidad porque las mayorías de los dirigentes y líderes de los partidos de oposición son personas que vienen de estratos pobres y clase media y lograron ascenso socio económico que les llevó a una vida de confort. 

Lo anterior explica por qué en el gobierno del PRM se ha deteriorado la calidad de vida de la mayoría de la población, y, sin embargo, ha gobernado sin presión social.

En vista de que la clase política vive en el confort y añoran eternamente vida confortable, el gobierno de Luís Abinader y el PRM le facilita ese deseo. 

Hemos visto cómo han emigrado del PLD, FP y PRD hacia el oficialismo dirigentes con trayectorias que hace diez años a ningún ser racional se le ocurriría pensar que serían capaces de ponerse en el mercado sin ningún temor a ser etiquetados como tránsfugas, vendidos y traidores.

Al transfuguismo dejó de ser malo, porque se van para el partido de gobierno que derrocha plata en propaganda, publicidad, pagos a periodistas, encuestas, consultores como ningún otro en la historia dominicana. Por eso, el dirigente de la oposición que deja su partido y se va al PRM para apoyar la reelección de Luis Abinader queda libre de todos sus pecados.

Fue un diseño montado desde que asumieron el poder, la estrategia es clara y el plan lo han ido ejecutando inescrupulosamente. Estos dirigentes al irse para el PRM en vez de recibir repudio social están ganando amigos y complicidades: es una fiesta con el presupuesto público.

Los académicos de las ciencias sociales tenemos una importante responsabilidad frente a la historia. Debemos darle seguimiento al transfuguismo que camina a convertirse en elemento de la cultura política. Es necesario ir poniendo en perspectiva sus efectos negativos, las consecuencias tendrá para la democracia, institucionalidad del Estado, Economía y Sociedad, a sabiendas de que eso nos coloca de espalda a un régimen que margina y excluye a quienes no le hacen el juego. Muchos periodistas y académicos se han montado en el tren de la reelección de Abinader porque para sobrevivir en el escenario tienen que facturar en el gobierno.

La conducta clientelar que se práctica en esta campaña electoral 2024 con indiferencia de la sociedad civil, iglesias y comunicadores que en el pasado criticaban ese comportamiento, apunta a convertirse en cultura, y ahí si el mal será grave, ya que cambiar una cultura a veces requiere de siglos, y en ocasiones, jamás se logra.

Hace tres décadas ser dirigente de un partido daba importancia y prestigio en la sociedad, porque las organizaciones contaban con niveles altos de aprobación social. Por eso los procesos para elegir directivas partidarias eran tan importantes. Tener un cargo en la dirección partidaria facilitaba alcanzar un puesto de elección popular o cargo en el gobierno. Ahora la elección y los puestos se consiguen por otros méritos y eso es utilizado como excusa por los dirigentes para ponerse en el mercado.

La opinión abundante de anti política trajo desafección. Ahora ser político o dirigente partidario más que mérito social genera desafecto social. Esto estimula a dirigentes a ponerse en el mercado como forma de obtener buena liquidación, conseguir de quienes gobiernan privilegios para familiares y allegados.

Quienes compran y se venden están conscientes del mal ejemplo mandan a la juventud y el daño que esto hace a la democracia, pero no se preocupan porque se decidieron por el inmediatismo. Muchos han dicho que ya está bueno de estar preocupándose por el futuro de la Nación y se han decido por coger lo que den, sin importar que mañana a la República Dominicana se la lleve el pecuzo.