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El discurso de odio trae conducta violenta. La acción política en América Latina ha estado cargada de odio. En los tiempos de la Guerra Fría fue un odio ideológico, ahora, en la era de la comunicación y el conocimiento, es un odio personal que se propaga y se difunde a través de los medios de comunicación.

La mente social cada día es envenenada, intoxicada por actores que han hecho de esa materia su especialidad y modo de vida que en las mayorías de los casos es muy rentable.

El liderazgo político sin darse cuenta, sin pensarlo cayo en la trampa de la comunicación del odio como herramienta central de la comunicación más que persuasiva, dañativa.

El odio como filosofía política se traslada de una Nación a otra y pronto tomará todo el continente latinoamericano, como si fuera un ciclo que debe completarse.

El chavismo hizo de Venezuela la cepa del odio, y, por las riquezas en petróleo de Venezuela, muchos lideres, presidentes y partidos políticos de América Latina se pusieron en la onda del comandante Hugo Chávez, populista y dictador con aura filosófica.

El odio ya no es la izquierda, es también de la derecha. Es algo que enveneno a la clase politica que ante su pobreza de vision y precaria legitimidad social se monta en la ola de odio que brotan de los medios de comunicacion.

La democracia se desajusta, hay en aceleración un desguañangue sistémico. La gravedad es que no se percibe quieres detendrán la hola, porque la juventud, en vez de animarse a participar para dar un giro, se acomoda en la indiferencia.

Conmueve al mundo el intento de asesinato a Cristina Kirchner. Es hora de que dejen a esta mujer tranquila y en paz. El panorama indica que Argentina está atrapada entre el odio y la venganza, igual que Brasil, Colombia, Honduras, Ecuador, Nicaragua y más.

La democracia enferma cada día. La democracia está en cuidados intensivos. La medicina existe, pero no hay quien se la ponga al paciente.