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Por: Belarminio Ramírez Morillo

Evitar caer en el pesimismo y el fatalismo, es una tarea que debe ponerse todo ser humano, en esta difícil etapa de la vida.

La pandemia Covid19 nos ha sumergido en una tristeza colectiva con marcada ruta hacia la depresión.

En medio de esta situación, usted como persona inteligente, debe blindar sus valores humanos, sentimientos y emociones, para no perder el optimismo, la fe y la esperanza.

Cuando hable con una persona, identifique si es optimista o pesimista.

Si su interlocutor es pesimista, intente ayudarlo de forma sutil dejándole entrever que no todo es tan malo como piensa y percibe.

Frente a un pesimista, no sea insistente, no lo confronte, así se evitan discusiones ofensivas y usted evita el daño a su ecología emocional que causa el enfado.

Los pesimistas y fatalistas, por lo regular son personas preparadas, portadoras de mucha inteligencia racional, pero con un déficit de felicidad.

Estas personas, aunque de vez en cuando mencionen a Dios, por lo regular son ateos, en su esencia tienen un déficit de fe, de esperanza y de inteligencia espiritual.

Cuide su mente, su espíritu, su corazón y su felicidad, manteniendo distancia de los pesimistas – fatalistas.

Entienda que hay pesimistas – fatalistas por ignorancia, pero también, lo hay por conciencia, puesto que su trabajo, su forma de ganarse la vida y progresar económicamente, es intoxicando la mente social. Evite convertirse en una de su víctima.

En la República Dominicana hay muchos comunicadores que se dedican a la comunicación tóxica, sus temas son siempre los negativos. Esa es una forma de ejercer la comunicación en nuestro país es muy rentable.

Al escuchar y ver a estos profesionales de la comunicación, algunos la ejercen por oficio, usted puede confundirse llegando a la conclusión de que viven mal y están llenos de problemas, igual que usted, pero no es así.

Ellos, en sus mayorías, viven bien. A la inmensa mayoría de estos les va muy bien económicamente promoviendo ese contenido de comunicación negativa.

En medio de una pandemia como esta, que no sabemos: cuándo ni cómo terminará; tenemos que cuidar nuestra mente, nuestros sentimientos y nuestra ecología emocional. No nos dejemos intoxicar por fariseos que viven de sembrar y promover el odio social.

Pongamos todos de nuestra parte para hacer de la República Dominicana un pueblo donde florezca el optimismo, la fe, la esperanza y la felicidad. Esto no sólo se logra en la bonanza económica. Esa atmósfera de vida puede lograrse también en la crisis y la escasez, y, el mejor de los ejemplos, es que nuestros ancestros vivían en un mundo de muchas carencias, más sin embargo, su mundo era más feliz que el mundo actual.

En la era del conocimiento y la información en que vivimos, la oferta de comunicación es abundante. Escoja la información que más le ayude a su salud emocional, que menos afecte su sueño, su fe y su esperanza.