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La campaña electoral es un proceso para enriquecer y fortalecer la buena percepción que tienen las personas sobre la candidatura. Es necesario organizar una lista de los por qué y los para qué, especificando cuales utilizar en los encuentros con los dirigentes del partido y con los segmentos del electorado.

Los por qué y los para qué enfocados en los eventos o encuentros con juventud, deben tener algunas diferencias con los por qué y para que utilizados en los eventos para atraer e inspirar a las mujeres, y así sucesivamente.

· ¿Quiénes lo siguen?

· ¿Por qué lo siguen?

Es vital tener todas estas respuestas claras para poder hacer una campaña de comunicación que sea motivadora, persuasiva y empática. La auto motivación es lo que hace que “saquemos de abajo” y no bajemos la guardia, aún, en las peores dificultades.

Los motivos que tienen los jóvenes para seguir la candidatura pueden ser diferentes a los motivos que tienen las personas de más edad.

Los motivos que tienen las personas de clases pobres pueden ser distintos a los motivos que tienen los de clase media y alta.

Los motivos que tienen los de una región pueden ser distintos a los motivos que tienen los de otra región.

En el lanzamiento de la candidatura, al igual que en cada una de las fases del plan de comunicación de la campaña electoral, debemos tener bien claro que lo más importante son los mensajes que recibirán los electores.

Por tanto, debemos hacernos la siguiente pregunta: ¿con quién nos vamos a comunicar?

Una vez seleccionado nuestro público objetivo, entonces debemos formularnos las siguientes interrogantes:

· ¿Cuáles son sus necesidades?

· ¿Cuáles son sus expectativas?

· ¿Cuál es el nivel de conocimiento que tienen sobre el candidato?

· ¿Cuál es la imagen o percepción que tienen sobre el candidato?

· ¿Cuáles temas son de interés?

Luego debemos pensar en ¿el qué comunicar? Teniendo en cuenta, como aconseja Filipe Carrera que el mensaje es importante, pero también lo es, la forma como lo comunicamos, ya que, “podemos tener un contenido perfecto, pero si lo comunicamos de una forma equivocada seguramente no obtendremos los resultados pretendidos”. Por tanto, un contenido malo, comunicado de forma correcta, puede lograr buenos resultados persuasivos.

Debemos precisar los tics sobre los por qué y para qué a utilizar por el candidato, así como los que utilizarán los coordinadores, voceros y dirigentes para atraer seguidores al proyecto.

El interés que despertemos y la atracción, dependerán de que presentemos el candidato en un marco ecológico, teniendo en cuenta la intención positiva del proyecto, así como los beneficios que las personas recibirán.

Más que decir: De ser electo, nos comprometemos o prometemos hacer tal cosa; debemos decir: En nuestra gestión ustedes recibirán los beneficios, los resultados…

Es como prometer sin prometer, evitando la tipificación de demagogia, mediante la utilización de un marco de evidencias presentando el futuro claro, detallado, vivido, tocado y oído.

Debemos poner a las personas a viajar al plano mental de las metas alcanzadas, generando felicidad sobre algo que tendremos, pero que, al mismo tiempo, tenemos que luchar y trabajar para que sea posible.

Muchos proyectos electorales sucumben poco después de nacer, porque carecen de justificación, motivo y valoración compartida por los integrantes.

Vemos a muchos precandidatos lanzar sus aspiraciones en salones repletos de personas, pero una parte importante del público pronto desaparece.

Es que, antes del lanzamiento, debemos identificar los por qué y para qué. Esa debe ser la esencia del discurso, tanto del aspirante como de todos los dirigentes y personas que hablen en el evento.

La actividad de lanzamiento del candidato debe ser organizada con criterios para el mercadeo y la persuasión, y para que resulte interesante y atrayente, debe comunicar empatía cognitiva y emocional, pero, sobre todo, en el ambiente debe quedar claro el mensaje de que el propósito es triunfar para servirle a sus compueblanos.

Tenga bien claro, como aconseja Briz Gómez que “a no ser que sea usted un político de cierto rango o una estrella mediática, a usted lo van a juzgar por las ideas que plantea y por su habilidad para conseguir su aceptación por parte de la audiencia”.

Cuando enfocamos los mensajes en el por qué y para qué, los votantes percibirán la oferta de manera acorde con lo que ellos quieren. Es importante priorizar lo que la gente quiere y no lo que no quieren.

Los candidatos y precandidatos son recurrentes en utilizar los actos de lanzamiento para restarles méritos a los adversarios. En ocasiones esto debe hacerse, pero de forma colateral, sin que sea el propósito fundamental de la comunicación.

En los discursos, unos cuantos “pellizquitos” a la competencia caen bien, pero no debemos utilizar mucho tiempo ni muchas palabras para sacar a relucir debilidades de los adversarios. El tiempo y las palabras deben ser utilizados, en más de un noventa por ciento, para presentar el producto en la línea de pensamiento de lo que la gente necesita y quiere.

La estrategia de enfocar la comunicación en las expectativas y el deseo compartido es presentada por Bavister y Vickers, como el Marco del resultado: “Uno de los requisitos de las condiciones bien formadas para los resultados es que estén enmarcados de manera positiva, haciendo que la gente describa lo que realmente quiere, en vez de lo que no quiere. Al formular el marco para el resultado, más que un marco del problema, nos concentramos en las soluciones más que en aprender más sobre lo que no funciona en ese momento”.

Una vez tenemos organizado el inventario de los por qué siguen al candidato y lo que esperan que este haga desde el puesto, entonces debemos convertir cada por qué y cada para qué en un mensaje –un tic para la comunicación en Internet y redes, así como en un mensaje más razonado para la televisión y la radio–.

Alonso y Adell plantean que un buen mensaje debe incorporar las seis “c” en su contenido:

· Claro, fácil de comunicar y comprender.

· Conciso, corto y al grano.

· Convincente, que incorpore elementos de adhesión emocional.

· Conectado, relevante para la forma en que el votante percibe la confrontación electoral.

· Contrastado, marcando claras diferencias con los adversarios.

· Creíble, digno de confianza.

El liderazgo debe reflexionar sobre su perfil de acuerdo con la percepción de los seguidores, sobre los motivos que estos expresan que tienen para seguirles y sobre las expectativas que tienen con su elección.

Esa reflexión implica un diálogo consigo mismo. Debe escucharse a sí mismo para ver en qué medida la percepción de los colaboradores son sinérgicas con el ser real.

A veces, se nos percibe de una forma y somos diferentes. A veces los colaboradores pueden esperar del liderazgo algo que no está a su alcance dar, ni tampoco en sus planes realizar.

El liderazgo es creíble, confiable y duradero, en la medida en que estos propósitos son sinérgicos.