Seleccionar página

La celebración de la semana santa, una de las efemérides que mueve más dinero en el mundo, fue aplazada. Quienes utilizan la semana santa como fecha para reforzar su fe, al menos, pudieron recibir los cultos por Internet, radio y televisión.

De la noche a la mañana ya no recibimos la ostia, ya no tenemos los bautizos, la socialización de los cultos, algo que identifica y marca al mundo cristiano desde el nacimiento de las personas, ya no es posible.

El abrazo tierno a la hermandad de la fe, el afecto bondadoso del cura y el pastor, dejamos de recibirlo. Para millones de personas esto fue un golpe muy grande que causo depresión emocional colectiva y pérdida del rumbo.

Muchas fueron las personas que comenzaron a ver el horizonte como si todo estuviera perdido, pero, poco a poco, nos fuimos acompañando al aislamiento, a esta nueva vida de la frialdad afectiva.

La desesperanza comenzó a vencer la esperanza. Uno de mis alumnos escribió en Twitter: Este 2020 está totalmente perdido, ni semana santa, ni carnaval, ni deporte, ni navidad. Me preocupó el mensaje y de inmediato lo llamé. Le hablé como si yo no hubiera leído el mensaje. Percibí que estaba emocionalmente abatido y en un estado mental de perdida de rumbo. La conversación fue larga, abordamos muchos temas y le puse final cuando me aseguré de que ya estaba mejor. Durante varios días consecutivos mantuve contacto con el alumno a través de las redes. ¿Cuántos jóvenes en el mundo se encontraban en la misma encrucijada emocional? Me pregunté.

La semana santa del 2020 fue aplazada, pero la semana santa 2021 también corrió la misma suerte. Después de esto, cambian los hábitos en un porcentaje alto de las gentes. Por tanto, se requerirá de un marketing bien eficaz para levantar el estado emocional y despertar el deseo de volver a vivir y disfrutar de la semana santa al estilo que se gozaba antes de la llegada del covid19.

El problema mayor está en que no habrá planes ni inversión para semana santa mientras esta situación persista. Y la vida y la economía sin planificación, pierde parte de su sentido.

El ritmo de diversión y disfrute de la semana santa se alteró. Es posible que cuando volvamos a la normalidad, para muchas personas ya no será igual. Los estudiosos de la historia y la conducta humana dicen que las guerras mundiales cambiaron la vida de las gentes. Ninguno de esos acontecimientos tuvo un impacto en la humanidad como el coronavirus.

Esta pandemia fue peor que una guerra mundial, puesto que atacó a todos por igual. No distinguió países ricos de pobres, clases sociales, ni credos religiosos. Atacó la forma vida, la fe, el optimismo y la esperanza. Ahora nos corresponde trabajar en una visión integral y un plan para redireccionar el mundo.