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Abel Martínez es un emprendedor y creativo. La alcaldía de Santiago es el escenario en que puso en evidencia esas cualidades. Un alcalde con un estilo novedoso y particular que con su accionar deja huellas. Vive un permanente proceso creativo.

El proceso creativo, reflexiona Rubén Ordóñez en su libro Innovación y Cambio, “ayuda a desestructurar el problema y lograr la apertura mental para iluminar áreas que al comienzo no siempre se perciben. Durante el desarrollo de sus fases se busca una visión menos analítica, desafiar la secuencialidad, la linealidad de nuestro pensamiento para abrir el problema a resolverlo y pensarlo desde otro lugar.” 

El Desarrollo integral del municipio de Santiago tiene que ver con el correcto uso del presupuesto participativo que no excluye, ni margina, invierte en las prioridades y necesidades más perentorias de las urbanizaciones y barrios.

La obra de la alcaldía ha ido más allá de la recogida de basura, soluciones pluviales, construcción de aceras, contenes, calles, viviendas, parques y canchas deportivas, sino que también tiene un impacto en la seguridad, educación y la cultura con centros de capacitación y casa clubes.

La creatividad de Abel el alcalde de Santiago trajo aseo, orden, fortalecimiento institucional, oportunidades de inversión y trabajo, implica también nuevos desafíos, ya que después de su paso por la alcaldía ese puesto adquiere un nuevo perfil y no es apto para desempeñarlo cualquier político del patio.

Abel construye sus propios puntos de vistas sobre los problemas y retos nacionales, pero, al ser un líder conector, entrelaza sus criterios con las ideas de los demás.

Cuando los periodistas buscan un contraste de su visión y parecer con las posiciones de los adversarios, reacciona con prudencia y cordura.

En esas situaciones en que los comunicadores les gustan colocar a sus invitados, es dado a decir: “Ese es su punto de vista y yo lo respeto, aunque mi forma de ver las cosas es diferente, y estoy seguro de que el tiempo me dará la razón”. 

Ese manejo, esa forma de referirse a sus críticos y adversarios, sirve para poner en evidencia su madurez y templanza, comportamientos importantes cuando se trata de liderazgos con propósitos presidenciales.

Su manejo respetuoso y sin perder el control emocional, es abono para la confianza y el respeto social que alimentan la buena imagen del liderazgo sano y decente.

Ha hecho de la transformación de Santiago un relato para ilustrar y enseñar a los demás alcaldes de la Nación.

Desea que todos los municipios del país avancen y que los liderazgos locales adquieran visión para ser motores de esos procesos de cambios positivos.

Por eso, enfatiza en señalar lo que hizo y hace para lograr que Santiago de un municipio ahogado en el desorden pasara a ser el municipio mejor organizado de la República Dominicana.

Es consciente de que el desarrollo social y económico será mayor en la medida en que se fortalezca la municipalidad y descentralización de los gobiernos locales.