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Juan Ramón Gómez Díaz de propietario de una tienda de electrodomésticos en la Sabana Larga de Los Mina se convirtió con el transcurrir del tiempo en uno de los empresarios más poderoso y popular de la República Dominicana.

El éxito en cualquier ámbito de la vida genera admiradores y enemigos. Cuando es en el mundo de la comunicación, son abundantes en ambos lados.

Un imputado en proceso por corrupción en la Administración Pública lo mencionó en un supuesto propósito de soborno, pero desde meses antes ya la información con su nombre había sido filtrada a periodistas para activar un clima de opinión pública que afecte su imagen.

El uso que le dan a la información delata el propósito de afectar su reputación más que de pedirle comparecer para que aclare y se defienda. Es obvio que los verdugos planean dañarle su reputación.

Los regímenes políticos construyen sus propios altares intelectuales y económicos.

Gómez Díaz es visionario y emprendedor. Creó un imperio de la comunicación y se hizo indispensable para todos los líderes y gobiernos. Tener el trato privilegiado y considerado del grupo de medios Telemicro es bueno para todo partido, candidato, funcionario y gobierno.

Ahora lo que se cocina en contra de Gómez Díaz es para dañarlo sin reparo en la etapa final de su exitosa carrera empresarial que ha convertido su oficina en un altar al que todos han acudido en busca de trato privilegiado en la poderosa cadena de televisión y radio que integra el grupo Telemicro.

Quienes empujan a los verdugos consideran que Gómez Díaz sólo es leal a Gómez Díaz. Se considera indispensable para quienes quieren permanecer o alcanzar el poder. Y por tanto, en vez de fortalecerlo como hicieron los gobiernos desde Joaquin Balaguer hasta Danilo Medina lo que conviene al grupo ahora en el poder es debilitarlo.

Cuando gobernaban políticos la estrategia de Juan Ramón, como le decía Balaguer, funcionaba. Ahora gobiernan empresarios y lo ven como un peligro. El plan es debilitarlo para que le sirva por miedo.

La clase empresarial auto considerada genuina por herencia y tradición tiene mucho poder político en el gobierno de Luis Abinader y el PRM.

La batalla de poder se lleva como si fuera un juego de ajedrez, y, no necesariamente es conocida ni aprobada por el presidente Luis Abinader, aunque es evidente que en las esferas de su gobierno y partido, hay actores que se divierten dañando reputación y no podrán cambiar de conducta porque esa es su naturaleza.

Es normal que los miembros de las élites enpresariales vean con desprecio a los que crecieron rápido y hasta le superaron en algunas áreas. Tipifican a Gómez Diaz como ejemplo.

Una forma de entretener a las gentes es propiciando la caída de personalidades populares e influyentes. Gómez Díaz se dio tanto a querer en una parte de la población que en las últimas campañas electorales su nombre sale en las encuestas cuando se formula la pregunta abierta ¿a quién desea como Presidente de la República?

Pienso que el sistema debe tener cuidado y cautela en el trato a las figuras de éxito que han hecho y hacen grandes aportes a la sociedad.

No sugiero que a Gómez Díaz ni a ningún otro empresario ni personalidad influyente de la vida nacional se le coloque al margen ni por encima de la ley, ni nada por el estilo. Lo que pido es prudencia y sabiduría desde el ejercicio del poder político.

Hacer daño no debe ser el espíritu que domine. En instancias de poder político hay gentes que si el presidente Luis Abinader no le pone frenos destruyen a todos los que por una u otra razón les caen mal.