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Si la comunidad internacional no toma el control del territorio haitiano y permanece el tiempo necesario hasta lograr un cambio de mentalidad, pensamiento y actitud que conduzca a un desarrollo integral teniendo como prioridades: educación, salud y trabajo con orden institucional, entonces Haití vivirá en una crisis eterna.

Haití ha vivido siempre en una pobreza material y mental. Es una población con una actitud destructiva. Cuando lograron la independencia de Francia destruyeron los ingenios azucareros, las haciendas, los hatos ganaderos y los aserraderos, y no fueron capaces de restablecerlos cuando dejaron de ser esclavos.

Cuando se independizaron de Francia, en vez de enfocarse en restablecer la producción, lo que hicieron fue ocupar la parte española de la isla para apropiarse y destruir sus riquezas.

Desde Haití, no se ha hecho ningún esfuerzo serio para superar la pobreza mental y material. 

Los haitianos han carecido de un liderazgo con una visión y un propósito de hacer de su pueblo un proyecto de Nación con capacidad productiva y con instituciones que sustenten la vida en orden.

Mayoría de la población sigue siendo analfabeta, carecen de registro civil, control sanitario y registro de la propiedad.

Carecen de una Aduana, y no han querido establecerla, para facilitar entrada y salida de droga y armas.

Ahora los negocios de drogas y armas no son suficientes para sustentar las pandillas y agregaron el secuestro.

La comunidad internacional, a través de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH), creada en el 2004, tomó el control del territorio haitiano luego del devastador terremoto del 12 de enero del 2010.

La MINUSTAH logró poco, porque el pueblo haitiano no cooperó con su propia recuperación. Incluso, quienes quedaron sin vivienda se negaron aportar su mano de obra para la construcción de sus propias casas.

Los haitianos preferían dinero, comida y medicina, pero no mostraron interés en aprender a cultivar mejor la tierra, ni en crear condiciones para la industria, la inversión en zonas francas y otros planes de desarrollo que tenían en agenda las fuerzas de ocupación humanitaria.

En ese periodo de ocupación humanitaria lo que hizo Haití fue vivir de la comunidad internacional. No asimilaron nada ni cambiaron nada. 

Las fuerzas de ocupación para tener el control de Haití desmantelaron lo que debieron fortalecer: “desmantelar el ejército condujo al régimen de pandillas que hoy tiene el control del territorio”.

La República Dominicana colapsará junto con Haití, sino aparece una autoridad que haga lo que se debe hacer.

Ya la República Dominicana sobrepasó la capacidad de asimilar inmigrantes haitianos.

Ya la economía dominicana carece de capacidad para asimilar más manos de obra haitiana. Antes venían a trabajar en la industria azucarera, agrícola y de la construcción. Ahora vienen a deambular por las calles.

Se incrementa la presencia haitiana deambulando en las principales zonas turísticas. Ya inversionistas de la categoría de Julio Iglesia optaron por vender sus inversiones en República Dominicana, atemorizado de que algo malo podrá suceder en un futuro no lejano.

Hasta ahora, la fusión entre Haití y República Dominicana se ha estado llevando a cabo sin derramar sangre, pero eso pronto podría cambiar. 

A pesar de ser dos pueblos con pocos factores en común, idiomas y culturas diferentes. El proceso de compenetración cultural, social y económica se ha estado llevando a cabo, prácticamente sin resistencia, debido a lo siguiente:

  1. La comunidad internacional así quiere que suceda.
  2. Las familias más adineradas de República Dominicana sacaron ventajas de la compenetración. De Haití, por décadas recibieron la mano de obra barata, y, al mismo tiempo, Haití se convirtió en un mercado consumidor.
  3. La clase gobernante haitiana no ha tenido interés en hacer de Haití un Estado funcional, ni tampoco. en lograr desarrollo económico ni social: Viven muy bien siendo gerentes de la pobreza y el desorden.
  4. El antihaitianismo perdió importancia en la cultura dominicana. Fue utilizado como discurso político para sacar ventajas electorales, única y exclusivamente, mientras se hacía poco para regularizar la presencia haitiana y el cuidado de la frontera.
  5. Hace 30 años, los haitianos sólo estaban en los bateyes de los ingenios azucareros. Ahora, la construcción y la agricultura dependen de la mano de obra haitiana. Están en las escuelas, universidades, en los mercados, centros de salud, plazas comerciales, parques, centros de diversión, como domésticas en los hogares, y últimamente, tienen cada vez más presencia en el transporte público.
  6. El antihaitianismo fue el epicentro del discurso político en las campañas electorales de 1994 y 1996, y, en las últimas contiendas electorales, es un tema que los candidatos con opción triunfadora no tocan. Por un lado, hacen el juego a la agenda internacional, y, por otro lado, a los sectores de más poder económico que financian las campañas electorales. Pero, eso tendrá que cambiar en el proceso electoral 2024.
  7. Los políticos, intelectuales y comunicadores que hicieron del antihaitianismo su marca, su identidad, son cada vez menos influyentes en la opinión pública, en la agenda mediática, en el pensamiento y la conducta social.
  8. Con muro o sin muro, con regularización o sin regularización, la compenetración entre Haití y República Dominicana seguirá su curso, no se detendrá. Excepto, que llegue a la República Dominicana, un gobierno que desee casarse con la gloria. Ojalá el gobierno del presidente Luis Abinader asuma ese gran reto. Ya los empresarios ganaron suficiente con la mano de obra barata haitiana. Y la comunidad internacional, no puede obligar a la República Dominicana a que haga lo que ninguno de los países desarrollados permite en sus fronteras.
  9. Hace dos meses, el conservadurismo dominicano, varios partidos, entidades y actores de la sociedad civil, convocaron a la Marcha Patriótica y la asistencia no fue muy significativa. Estuve desde temprano en el punto de encuentro, en la caminata hice la observación y me di cuenta de que no había jóvenes. Eso significa que la masiva presencia haitiana en el territorio dominicano no es preocupación para nuestra Juventud.

El problema es puesto en la agenda nacional cuando los gobiernos dominicanos tienen que lidiar con la prepotencia, la intolerancia y el chantaje en que incurren los actores de poder político en Haití. Como sucedió recientemente con declaraciones del ex primer ministro de Haití Claude Josep en contra del presidente dominicano Luis Abinader.

El antidominicanismo está más arraigado en la cultura, pensamiento y conducta haitiana, que el antihaitianismo en el pensamiento y la conducta dominicana. 

El odio de los haitianos hacia los dominicanos es histórico. En los manuales de historia que enseñan en las escuelas dicen que la isla es una sola, que la frontera no existe y que los dominicanos son unos intrusos. Por eso, no es una casualidad que los haitianos se consideren dueño de toda la isla y vean a los dominicanos como los culpables de sus penumbras al despojarle de lo que le pertenece.

La migración entre pueblos fronterizos, por lo regular se produce por necesidad. Con el tiempo los inmigrantes pueden sentirse a gusto y felices en el nuevo territorio. 

En mi percepción, los haitianos progresan en República Dominicana, pero no se sienten bien, ni felices cerca de los dominicanos. Y esto, tarde o temprano, traerá violencia.

Hay una parte de la población dominicana que está viendo con mucho miedo la creciente presencia haitiana.

Piensan que el proceso equivale a entrar el enemigo a la casa. Es una preocupación objetiva.

En estos tiempos, en que renace el populismo, desde el lado dominicano, se debe pensar en la posibilidad de que en un futuro no lejano surja en Haití un líder con altos niveles de popularidad y agrado que llame a la rebelión de los haitianos que están en República Dominicana.

El haitiano mantiene sólida su identidad, el dominicano la va perdiendo.

El liderazgo dominicano sabe hacia dónde esto conduce, y el liderazgo haitiano también.

“Haití gana terreno en su gran meta que es trasladar sus gentes a la tierra que consideran le pertenece. Mientras los líderes dominicanos se confabulan con los que están detrás del negocio de la migración y el propósito de la comunidad internacional”.

Hay una agenda internacional que va empujando hacia la fusión de los pueblos haitiano y dominicano. La disolución del ejército haitiano la hicieron con ese propósito. Lo que tenemos hoy: “Haití bajo el control de pandillas” es una fase del plan de fusión. Disolvieron el ejército para que Haití llegara a lo que vive hoy. Sólo el ejército podía mantener cierto orden en Haití. 

Los haitianos, en un futuro no lejano, tendrán una gran influencia en la composición de la representación legislativa y municipal dominicana. Los dominicanos nunca tendrán influencia en la representación política haitiana, porque no es interés de los dominicanos, y porque la institucionalidad democrática en Haití no existe.

Haití nunca será un Estado Democrático. La institucionalidad democrática requiere un mínimo de educación y cultura democrática que la población haitiana no tiene.

El camino es claro. Desde la partidocracia dominicana hay una doble moral con el tema haitiano.

Si el antidominicanismo es asumido como discurso político por el liderazgo haitiano, se puede anotar en el calendario que pronto habrá ruptura del orden y La Paz en la República Dominicana. Por eso, ahora, el problema comienza a asustar a las familias y sectores que acumulan la mayor parte de la riqueza.

Por tanto, estoy seguro de que si el presidente Luis Abinader y su gobierno, asume la tarea de regularizar la migración haitiana y poner orden en la frontera, concitará el respaldo casi unánime del pueblo dominicano.