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Por: Belarminio Ramírez

La crisis económica y social por la pandemia Covid19 sumerge a la humanidad en un desconcierto, puesto que el rumbo no está claro.

No sabemos hacía dónde nos dirigimos, independientemente de los mensajes optimistas que transmiten quienes gobiernan.

El verdadero alcance de la crisis económica y su impacto social en detrimento del nivel de vida de las gentes, aunque es percibible, ningún liderazgo quiere comunicarlo.

Hasta ahora, los informes de la CEPAL, constituyen los únicos diagnósticos claros de lo que viene.

Esta crisis económica y su impacto en detrimento de la producción y vida de las gentes, está conduciendo a cambios en el comportamiento de los liderazgos, así como en la estructuración y re configuración del poder político.

La crisis obliga a una transición de gobiernos de bases partidarias hacia gobiernos de base social, puesto que la legitimidad y gobernanza, dependen menos del perfil del líder que gobierna, y, más de la calidad representativa social, del equipo que le acompaña.

O sea, para hacer gestiones de gobiernos viables, confiables que conciten compromiso y aprobación social, será necesario que los lideres gobernantes, si son inteligentes, tiendan un puente de diseño de políticas y tomas de decisiones impulsando el liderazgo colegiado.

Los Presidentes, por necesidad, si son sabios, deberán darle participación a los actores más representativos del capital social, en facultades que constitucionalmente y legalmente le compiten. O sea, harán consulta social para tomar decisiones sobre aspectos que la constitución le faculta en calidad de jefe de Estado y de gobierno.

Los liderazgos gobernantes, si son visionarios y sabios, gobernarán buscando legitimidad en el día a día, mirando por el ojo social, en vez de mirar por el ojo partidario y del entorno gobernante, que por lo regular siempre están condicionados por intereses de grupos.

Frente a esta crisis y su impacto, el terreno político y social será fértil para liderazgos humildes que no personalicen ni centralicen las tomas de decisiones. El escenario será árido para liderazgos confrontadores, petulantes, autoritarios y altaneros.

Tenemos muchos problemas, y lo que está al doblar de la esquina, es más problemas. Ningún presidente, ningún partido, ningún gobierno por si sólo, podrá guiar a una Nación por buenos senderos si centraliza la gobernanza.

En la cultura dominicana, donde los Presidentes históricamente han sido sinónimos de semidióses, a donde acuden todos a ponerse a disposición, ahora esto cambia.

El Presidente Luis Abinader debe entender que la dinámica cambiará, y, a él, le corresponderá, si quiere gobernar con legitimidad, compromiso y apoyo social: tocar puertas pidiendo apoyos, ayudas y colaboración.

Ese empoderamiento social solo se consigue con humildad, respeto y confianza, pero sin petulancia, sin prepotencia, sin arrogancia y sin atropellos, y, para complicaciones del Presidente Luís Abinader, estos últimos valores de comportamiento, son muy abundantes en algunos de sus correligionarios.

Por tanto, una gran tarea que tiene por delante el gobernante, es lograr que su equipo se alinee en la misión y la conducta de sumar confianza y legitimidad. De no conseguirlo, entonces lo que Abinader construirá con las manos, sus gentes lo desbaratarán con los pies.

El Presidente Luis Abinader parece tener clara la perspectiva de cómo debe comportarse, pero su agenda debe influir en la agenda de los integrantes del gabinete.

Abinader inició la ruta de diálogo con el liderazgo partidario, y, es de esperarse que su plan incluya al liderazgo empresarial, religioso, laboral, profesional y social.

Una filosofía de gestión enfocada a la inclusión social en la toma de decisiones es lo procede en estas complejas circunstancias.

Entonces, para que la estrategia del Presidente funcione, debe ser reforzada con la conducta de su equipo gobernante. En este gobierno del PRM muchos dirigentes deben frenar y contener sus impulsos y deseos de perseguir, maltratar, atropellar y dañar.

Uno lo entiende, a veces se trata de personas que tienen esa naturaleza, pero el liderazgo organizacional, en equipo y colegiado, para alcanzar los objetivos, por lo regular exige de disciplina y de algunos ajustes.