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En este articulo basado en el libro Liderazgo Paradigma de la Democracia Post COVID-19, publicado en plataforma Kindle Amazon, versión digital, el consultor Belarminio Ramirez reflexiona sobre las teorías del origen de los líderes. El liderazgo del futuro debe ser una creación que haga empatía de forma natural con la nueva mente y corazón social.

Desde que tengo uso de la razón, escucho las interrogantes sobre dos teorías: los líderes nacen o se hacen. La respuesta más objetiva y satisfactoria es aceptar que se requieren ambas, ya que el liderazgo se forma con mucho trabajo, esfuerzo, dedicación, entrega y sacrificio, pero también, es fundamental que las personas nazcan con una serie de cualidades. 

El liderazgo no es resultado de la espontaneidad. Su construcción es resultado del trabajo, no de la suerte. Una circunstancia o coyuntura puede crear condiciones para que una persona asuma roles de influencia y control social, pero sino tiene las competencias requeridas, pronto se desvanece. Tal y como acota Warren Bennis, los líderes no surgen de la nada. Deben ser desarrollados: educados de tal manera que adquieran las cualidades del liderazgo.

Convertirse en líder es un ejercicio de persistencia y paciencia en espera del momento adecuado para aportar y trascender.  Madrigal Torres en su texto Liderazgo –Enseñanza y Aprendizaje, defiende la tesis de que el liderazgo se hace, en el sentido de que es el resultado de un aprendizaje constante, “el líder siempre está abierto a aprender y en constante contacto con las personas porque el líder vive, trabaja, siente y aprende con las personas.”

¿Dónde nace y crece el ser humano que se transforma en líder? Es una interrogante que debemos hacernos y que nos ayuda a identificar si el liderazgo fue fruto de un aprendizaje en su proceso de vida, o, si, por el contrario, es un modelo propio de construcción.

Debemos tener claro que en la construcción del liderazgo hay una sinergia de atributos y competencias personales con las circunstancias donde les ha tocado nacer, crecer y vivir.

Hay personas que nacen y se crían en ambientes donde liderar es la cotidianidad. Hijos de presidentes, empresarios, legisladores, alcaldes, sindicalistas, etcétera. Estas personas asimilan valores, conductas y patrones de liderar, o sea que reciben una marcada influencia del medio donde nacen y se crían.

En otro contexto, tenemos personas que nacen y se crían en ambientes normales donde el único ejercicio de autoridad que perciben es la crianza, la relación padre-madre-hijos-hermanos.

A los líderes debemos evaluarlo por sus legados, huellas y aportes a la humanidad. Por tanto, el cómo se convirtieron en líderes y alcanzaron el estatus de la influencia, es relevante solo para su imagen, confianza y credibilidad.

Existen sociedades donde la herencia es un factor influyente en la construcción del liderazgo. Son culturas donde la reputación precede a las personas. De generación en generación las mismas familias son progenitoras de los líderes en diferentes épocas.

En otras sociedades, la herencia familiar ha sido menos relevante en la construcción del liderazgo, ya que los líderes más dominantes y trascendentes dentro de su árbol genealógico familiar son los primeros en incursionar en la política, y romper el estándar de lo promedio, sacando a flote desarrollo integral y poniendo en evidencia inteligencia pulida con esmero. En estos casos, el liderazgo es el resultado de un proceso de proezas, riesgos, talento y templanza que les permite definir su propia identidad. Se hacen así mismo a puro esfuerzo.