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La pandemia del coronavirus ha producido cambios en el mundo como ningún otro acontecimiento. El covid19 en semanas generó una crisis sanitaria que puso a tambalear a todas las economías del mundo. El consenso de los expertos era que la pandemia debía ser afrontada con rapidez y medidas extremas de aislamiento para poder detener su propagación.

Coronavirus, covid19, estado de emergencia, toque de queda, mascarilla, confinamiento, entre otras frases y palabras, eran el centro de la conversación en todos los confines del planeta.

El consenso entre todas las naciones se produjo aceptando el protocolo elaborado por la Organización Mundial de la Salud. Los gobiernos se vieron compelidos a utilizar las reservas económicas y recurrir al endeudamiento externo como nunca. El cierre de las empresas condujo a que los gobiernos le cubrieran una parte de los sueldos a los empleados a los fines de que no declararan la quiebra.

A partir de febrero del 2020 la humanidad comenzó a ser el centro de una película de miedo y terror jamás pensada. El pánico fue tomando las mentes, el miedo cundía, la impotencia de no poder actuar con eficacia frente a un enemigo invisible. 

De repente el mundo cambió, todo era turbio, nada estaba claro, el futuro era incierto. La docencia paralizada en todos los niveles de educación, obligatorio el uso de mascarilla, fila para todo, ya que la entrada de personas a los establecimientos debía ser limitada.

La depresión se fue adueñando de la mente humana. Los proyectos, sueños y metas de vida debían esperar. O más complicado aún, como no se sabía cuándo duraría la pandemia, había que repensar la económica, repensar la educación, repensar la salud, repensar la sociedad, repensar la vida. Esa era la orientación más sabia y sana, en ciertas medidas la CEPAL y el Banco Mundial influían para que renaciera esa perspectiva de pensamiento creativo.

El ciudadano rápidamente cambio sus hábitos de vida, su forma de ser, pensar y actuar. El cuadro amerita de nuevos estudios para entender lo que las gentes estaban pensando y como lo estaban pensando. Entender la mente humana para orientarle en procura de frenar estrés, pesimismo, fatalismos y depresión que conduzcan al suicidio.

La crisis de la covidianidad ameritaba con urgencia de un mensaje de esperanza, fe y optimismo de que venceríamos la pandemia. El liderazgo mundial se manejó bien en esa dirección. Empero, para lograr ese objetivo debían no informar sobre el colapso de la economía en su dimensión real. A los que perdieron sus empleos había que llevarle esperanza de que lo recuperarían. Las empresas que perdieron las demandas de sus productos había que darle esperanzas que todo volvería a la normalidad. A las empresas del turismo, la más afectada, había que darles esperanzas de que las personas volverían a viajar y consumir.

La gran verdad, la que no se les ha dicho a las gentes, es que después de la covidianidad nada volverá a ser igual, porque el ser humano será distinto, habrá cambiado su forma de pensar, sus hábitos de vida, y, por tanto, se comportará diferente.

Después del coronavirus tenemos que repensar la economía, el Estado y la democracia, y, por ende, rediseñar los procedimientos del Marketing Político. En la medida en que se agudice la crisis económica, la democracia será más cuestionada, y, ese cuestionamiento va directamente dirigido a los partidos políticos y al liderazgo.

El consultor político debe entender la crisis del sistema y sus consecuencias. Muchos de los consultores son sencillamente estrategas electorales, pero carecen de una visión y formación sociológica, política y psicológica. El liderazgo de una democracia en crisis que busca un consultor debe tomar en cuenta el alcance de su formación.

Por consiguiente, la postcovidianidad  traerá una nueva economía, una nueva educación, una nueva política, un nuevo turismo, y todo esto en conjunto, amerita de un nuevo Marketing.

Algo positivo que dejará el covid19 es que mejoró la autosuficiencia de muchas personas. Gentes que no sabían freír un huevo y preparar un café, por necesidad se vieron compelidos a aprender a cocinar, lavar, planchar, hacer el aseo de su hogar y muchas cosas más.

El coronavirus cambió el hábito de consumo de muchas gentes. Conozco casos de personas que eran adictos a los juegos de casinos y gallos. Quienes hacían de sus vidas un infierno familiar por esos vicios, y de repente tuvieron como única opción: detenerse.

De ir a mi casa solo dormir, ahora he tenido que hacer de la casa mi restaurante, mi centro de trabajo y diversión, ni yo mismo creo en lo que me he convertido, me dijo con asombro y tristeza un colega abogado. Le contesté: ahora tú lo ve como una tragedia, pero es posible que, en un futuro no lejano, perciba esto de manera diferente. ¡Usted cree maestro! ¡Espero en Dios que usted esté en lo cierto! Me respondió.

Hay personas que eran especies de robot antes de llegar el covid19, y, en ellos la pandemia no hizo mucho efecto. A las mayorías, el coronavirus nos dejará con una tristeza que no teníamos, pero al mismo tiempo, nos hará más sensibles, más amantes de la naturaleza, nos hará mejores personas. Esa es una de las ganancias.


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